lunes, 15 de enero de 2018

Y os juro que lloré.

Lloré porque me dolía, porque el dolor fue siempre mi talón de Aquiles y mi musa. Mi encuentro con quien fui y mi resurrección de mis cenizas.

Lloré porque me enfurecían, porque me cabreaba hasta lo más profundo de mis entrañas las injusticias que cometían, las mentiras que decían, los puñales que en mi espalda hundían.

Lloré porque sentía, porque aunque quisiera cubrir mi corazón de espinas y alejar de él cualquier daño o temor; siempre le encontrarían y eso, me podía.

Lloré hasta que sequé mi alma, mis resentimientos se convirtieron en polvo y el aire se los llevó lejos de mí.
Hasta que la coraza de mi corazón se quebró en mil pedazos y dejo al descubierto todo lo bello que creía olvidado.
Hasta que sangré por los ojos que un día fueron engañados, por los oídos que un día escucharon mentiras y por cada uno de los poros de mi piel que en algún momento abrazaron pieles envenenadas.

Lloré y sangré tres días y tres noches, y al cuarto día  sonreí.

Sonreí por haber llorado, sangrado, secado mi alma, enfurecido y haber sentido dolor; porque sólo así pude ver de nuevo la hermosura de mi alma.

Aquella que creí olvidada un día pero que, joder, que bonita es..

lunes, 17 de abril de 2017

Somos quienes somos

Somos de quienes nos ven sonreír,
de quienes nos dan un beso antes de dormir.

Somos de quienes nos rompen, nos hieren;
de aquellos que nos dejaron solos a morir.

Somos pequeñas piezas de un puzzle sin terminar,
de un espejo a medio reparar;
Fragmentos de un alma rota pegada a la mitad.

Los daños te definen
Las heridas te hacen crecer,
quizás no veas más allá de lo que te digo;
Tan sólo necesitas creer..

lunes, 12 de diciembre de 2016

Aún no

Me despierto, de repente, en medio de la noche entre gotas de sudor y sin respiración.
Tardo varios minutos en ver dónde estoy.

En casa.
Mi casa, mi hogar.
Me refugio en medio de mi alma.
Mi pequeña fortaleza llena de polvo y desorden. Llena de fotografías de recuerdos que empapelan cada pared, cada ventana.

De recuerdos que, una vez los observo en medio de la oscuridad sin más luz que la de Luna que se posa en mi ventana; se clavan en mi interior como cuchillas oxidadas desgarrando cada parte de mi ser.

Miro el calendario.
A duras penas alcanzo a leer.
Falta poco para Navidad.
Otra vez.
Y otra fría cuchilla se instala en mi corazón.

Me levanto torpemente de la cama, tropezándome con los restos que caen de mi alma.
Alegría está resacada en un rincón, en el suelo. Está echa un desastre y así lleva varios meses.
No sé qué le habrá pasado para recurrir al alcohol.
Y otra cuchillada más, aunque esta, me deja sin aliento obligándome a apoyarme en la pared para no desfallecer.
Decepción y Amargura refunfuñan en la cama, odian que las deje solas.

Bajo mis pies y manos, se encuentran esos recuerdos en fotogramas, fragmentos que componen mis días y, a cada uno, siento como las grietas de mi corazón se hacen más y más profundas.

- "Quizás, si me deshago de ellas.." - pienso, mientras mi cuerpo ya había tomado la decisión por mi y rompía cada una de ellas en mil pedazos.

Una a una.
En montones.

El rasgar del papel, el ver como esos recuerdos caen en mil pedazos ante mí y que las cuchillas se desvanecen de mi corazón; me provoca una sonrisa inmensa de placer.

Froto mi pecho para aliviar el frío que me recorre y el dolor del abandono del óxido cortante en mi interior.

Alegría se despierta, aún resacada y cansada.
Debería darle una aspirina.
O quizás otra de Jack&Daniels.

Sonríe.

"Aún no Alegría, mejor descansa.. todavía me esperan en la cama..

... 5 minutos más"

viernes, 22 de julio de 2016

Hogar, dulce hogar.

Quizás dejé de escribir porque no me sentía tan rota, tan sola. Tan fría.
Puede que dejase mis delirios porque se esfumasen las cenizas, porque mis huesos sanaron o porque mi sangre se reactivó en ese flujo monótono y constante que es la vida.

No lo sé.

No sé qué me llevo a ese estado de silencio, de quietud, de pausa. No comprendo a dónde fue mi musa durante todo este tiempo, porqué me abandonó sola a mi suerte en este río rodeada de cocodrilos y pirañas; porqué navegaba en una falsa ilusión de bienestar, felicidad y calma para ahora, darme cuenta de que vuelvo a estar en el mismo punto de partida.

Que sólo le había dado una vuelta al circuito. Que se acabó el viaje por falta de monedas.

He de admitir que el sabor era dulce, la alegría y la paz sabían a placer, compañía y sonrisas. A abrazos y cerveza fría. Por una vez dejó de importarme la inmensidad de la noche.
Disfrutaba.

Pero no era feliz.

Mi búnker, mi hogar, mi santuario. Abro las puertas de él y las arañas me saludan contentas desde sus enormes telarañas, esas que, con el tiempo que ha pasado, ya se mimetizan con el polvo del lugar.
Todo está como lo dejé, desordenado, apagado. En silencio.

Mi silencio.

Aquella Luna que me alumbraba por las noches, sigue aquí, sonriendo tras mi llegada.

Respiro profundamente: "-De nuevo en casa-", me digo.

Toso.
Demasiado polvo.
Es hora de limpiarlo, pero sí.

He vuelto a mi refugio, y no tengo pensamiento de volver a salir.

sábado, 27 de febrero de 2016

"Guapa, preciosa, encanto. Vida mía"

Los abrazos que un día me dejaron vacía porque faltaban, las sonrisas que sólo tú y yo entendíamos o los apretones de brazo demostrando ese orgullo que siempre me llenaba; todo lo que hoy me falta, volverán a empezar.

Ya no echaré de menos entrar por la puerta y no verte salir o sentado en el sofá con los pies en una silla, las batallas del pescado que cargabas de sol a sol, las riñas para que sacara el carnet de conducir.

Volverán los besos en la mejilla, tus manos en mi pelo y tu sonrisas en mi alma; tus llamadas de teléfono y tus visitas inesperadas.

No tengo palabras para decirte cuánto te echo de menos, cuántas lágrimas se ha tragado mi almohada, cuantas tardes las he pasado mirando al pasillo en aquel sofá sentada.

Tus manos, tu olor, tu calidez.
Tu fuerza.

Fuerza que llevo en mi alma desde que nací, el mejor regalo que pudiste darme.

No tengo palabras para decirte lo desgarrada que me siento desde hace años sin saber si nos recuerdas o si nos ves, si nos guías o nos sigues. No sé dónde estás y aunque a veces te sienta, te necesito más de la cuenta.

Mi orgullo, mi tenacidad y mis cojones son tuyos, pero mi calor y mi vacío por dentro también.

Sólo quiero que sepas, que estés donde estés, aquí te seguimos echando de menos, te seguimos queriendo y te seguimos nombrando. Que siguen faltando tus cubiertos a la mesa, tus abrazos y tus pimientas en el plato; que sigue faltando tu presencia en la casa y tus partidos en la tele.

Que lucho cada día por ser la persona que siempre soñaste, aunque a veces me caiga del camino; que sigo peleando por tener un destino, aunque a veces me canse el objetivo.

Que nadie conseguirá jamás llenar el vacío que nos dejaste, que me dejaste. Que nadie sabrá nunca que fuiste el hombre de mi vida, nadie ni tú, porque jamás te lo dije aunque sé que lo sabías.

Y que nos veremos de nuevo y se acabará todo.
O volveremos a empezar.
No lo sé.

Sólo sé que te quiero y que aún espero descolgar aquella llamada y escucharte.

"Guapa, preciosa, encanto. Vida mía"

martes, 2 de febrero de 2016

Llevo mucho tiempo buscando las palabras adecuadas con las que hacer que alguien decida quedarse a mi lado, pero creo que me he perdido en un sinfin de ellas que ninguna tiene el significado que busco.
Y la necesidad sigue, como la vida.

Hablamos del tiempo. Hablamos de cosas sin importancia, pero ya no sabemos hablar de la espera, ni de la desesperación, ni de que ojalá pronto alguien nos cure toda la ausencia que se nos acumula en la mirada, y mientras escribo, sintiéndome una reportera de guerra que narra la catástrofe de dos cuerpos que nunca se juntaron y las sonrisas que fueron víctimas; la ilusión fue cómplice evitando que las heridas cicatrizasen antes.
Porque cuando se lleva tanto tiempo buscando, uno tiende a olvidarse de que encontrar es tan fácil como detenerse a escuchar a alguien que se calla cómo se siente, tan fácil como echar raíces al lado de la persona que está contigo aunque no le pidas que se quede.

Pero lo he olvidado, como también he olvidado hacer las cosas bien o no subirme al tren equivocado.
Lo he olvidado porque he vivido como aquella a quien recordar le duele y ya sólo sé que al pasar página entiendes que lo difícil no es seguir, sino hacerlo sin tener la sensación de que la historia ya no es emocionante.
Porque puedes abandonarte a ti misma, antes de que lo haga la esperanza.

Y caminar sin rumbo.

Cerrar los ojos y combatir el frío abrigándote con un montón de sueños y, al despertar cada mañana, darte cuenta de que lo único que ha cambiado es que sigues tocando fondo, pero que te queda menos oxígeno para poder llegar a la superficie.
Y siempre vives así, al límite de un precipicio al que es imposible asomarse sin tener la sensación de que quizá estás luchando por una causa que se perdió hace mucho pero que no puedes dejar de luchar.
No, no puedes, porque recuerdas esas veces en las que alguna persona te hizo volver a sonreír como una completa gilipollas, esas veces en las que te sentías el centro del universo cuando te hablaba, cuando te miraba y todo lo demás ya no tenía tanta importancia.

Cuando sentías el mundo girar bajo tus pues sin desear bajarte, sabiendo que sería efímero pero sintiéndolo eterno.

Y entonces cierras los puños.
Aprietas los dientes.

Y sigues aguantando la respiración.

miércoles, 20 de enero de 2016

Ready or not

Que me lanzo, que me tiro, que me rompo todos los huesos cuando caiga.
Que me afianzo, que me quedo, que me separo de los bordes para no tropezar.

Siempre pensando en qué hacer, en cómo influirá lo que decida o diga.

Teniendo miedo.

Quizás sólo necesite desconectar mi cerebro, bajar todas las placas y apagar todas las luces y dejarlo a cero; o quizás debería buscar las actualizaciones que me faltan por hacerle desde el 2006 y esperar a que cuando se vayan instalando no pete y que el cambio que dé no sea muy radical.

Quizás lo único que necesito es cerrar los ojos y dejar de pensar en lo que debería hacer.

Dejar de pensar.

Puede que la respuesta la tenga delante de mis narices, que no naciera para quedarme a esperar algo que no sucederá. Puede que naciera para coger lo que me diera la gana sin importarme el que dirán, sin esperar a que nadie reaccione por mí, sin mendigar el cariño que por legítimo derecho me merezco.

Puede que, después de cierto tiempo, sea bueno cambiar las sábanas, airear el armario y comprarme un nuevo vestido pero sin tirar el viejo, guardándolo ahí por todos los momentos que vivió en mi piel.

Quizás, después de dar tantas vueltas, me haya llegado a marear y no sepa que rumbo coger..

Simplemente sé una cosa de todas las dudas que me asfixian.

Aquí, así, NO quiero estar.