Y os juro que lloré.
Lloré porque me dolía, porque el dolor fue siempre mi talón de Aquiles y mi musa. Mi encuentro con quien fui y mi resurrección de mis cenizas.
Lloré porque me enfurecían, porque me cabreaba hasta lo más profundo de mis entrañas las injusticias que cometían, las mentiras que decían, los puñales que en mi espalda hundían.
Lloré porque sentía, porque aunque quisiera cubrir mi corazón de espinas y alejar de él cualquier daño o temor; siempre le encontrarían y eso, me podía.
Lloré hasta que sequé mi alma, mis resentimientos se convirtieron en polvo y el aire se los llevó lejos de mí.
Hasta que la coraza de mi corazón se quebró en mil pedazos y dejo al descubierto todo lo bello que creía olvidado.
Hasta que sangré por los ojos que un día fueron engañados, por los oídos que un día escucharon mentiras y por cada uno de los poros de mi piel que en algún momento abrazaron pieles envenenadas.
Lloré y sangré tres días y tres noches, y al cuarto día sonreí.
Sonreí por haber llorado, sangrado, secado mi alma, enfurecido y haber sentido dolor; porque sólo así pude ver de nuevo la hermosura de mi alma.
Aquella que creí olvidada un día pero que, joder, que bonita es..